AFLATOXINAS Y VPH PODRÍAN
PARTICIPAR EN LA CARCINOGÉNESIS DEL
CÁNCER CÉRVICO-UTERINO
CÁNCER CÉRVICO-UTERINO
• Magda Carvajal Moreno, del IB, y
Jaime Berumen, de la FM de la UNAM, publicaron en la revista
Food Additives and Contaminants el
primer reporte a nivel mundial de esas sustancias como un cancerígeno asociado a
ese padecimiento y al VPH tipos 16 y 18
Las aflatoxinas son toxinas de los hongos
Aspergillus flavus y A. parasiticus, entre otros, y están
presentes en alimentos de consumo cotidiano como cereales (maíz, arroz, sorgo y
cebada, entre otros), especias (chile), lácteos (leche y quesos), cárnicos y sus
derivados (pollo, huevo), oleaginosas (cacahuates, nueces, pistaches, semillas
de algodón y de girasol), y frutas secas.
Por años se acumulan en el ADN de las personas que los
consumen y en aquellas susceptibles con antecedentes familiares, que pueden
desarrollar diferentes tipos de cáncer (hígado, colorrectal, de páncreas y
pulmón).
Lo anterior, derivó de un novedoso estudio encabezado
por Magda Carvajal Moreno, del Instituto de Biología (IB), y Jaime Berumen, de
la Facultad de Medicina (FM) de la UNAM, que trabaja en el Hospital General de
México, donde colaboró Mariano Guardado Estrada, de la entidad
hospitalaria.
Mediante un mecanismo químico de oxidación, explicó
Carvajal en entrevista, las aflatoxinas se activan en el hígado y se convierten
en cancerígenos activos que se acumulan por años en el ADN. Se desconocen los
mecanismos de acción que hay entre esas sustancias y el Virus del Papiloma
Humano, aunque se comprobó que hay una asociación mayor con el VPH tipo 16 y 18
en casos de cáncer cérvico-uterino, el más frecuente y mortal entre las mujeres
mexicanas.
El estudio, publicado en la revista Foods Additives
and Contaminants, es el primer reporte a nivel mundial que encuentra a las
aflatoxinas en el ADN junto con el VPH, una relación que podría contribuir a la
alta incidencia de esa enfermedad en el país.
Desde hace años se sabe que el VPH es un importante
factor de riesgo de desarrollar cáncer cérvico-uterino, pero el estudio de
Carvajal y Berumen confirmó que las aflatoxinas acumuladas son un segundo
cancerígeno, y que podrían actuar junto con el virus.
Berumen es de los especialistas más reconocidos a nivel
internacional y determinó los tipos de virus, acumuló los casos de exudados
vaginales y realizó todos los experimentos de biología molecular para
identificarlos. El trabajo interdisciplinario realizado resultó de gran utilidad
a nivel científico, ahorró recursos y dio buenos resultados.
Se calcula que la mayoría de las aflatoxinas que
consumimos se desechan de forma natural, pero un 17 por ciento se pegan al ADN y
se acumulan a lo largo de los años por el consumo cotidiano de gran cantidad de
alimentos contaminados, y el riesgo de padecer enfermedades después de los 40 ó
50 años aumenta.
México ocupa el primer lugar de América Latina en
enfermedades del hígado (OPS, 2002), y también el primer sitio en consumo de
maíz, dos parámetros que se unen en torno a las aflatoxinas.
OJO
Invisibles y resistentes
Estas últimas son invisibles, sin sabor ni olor, aunque
son fluorescentes y pueden detectarse a simple vista al someterlas a rayos
ultravioleta (UV). No están vivas, son compuestos químicos tóxicos producidos
por los hongos que habitan una gama amplia de alimentos.
Son resistentes a las temperaturas de 260 a 320ºC
(grados centígrados), de modo que no se eliminan ni por cocimiento,
fermentación, ultrapasteurización, ni nixtamalización con cal. Además, actúan en
trazas, son insolubles en agua, solubles en solventes orgánicos como el alcohol,
son mutágenas, abortivas, cancerígenas y causan malformaciones en fetos.
También, explican, causan mutaciones (denominadas
“puntuales”) en un punto del ADN, y hacen que los proto-oncogenes se activen
como oncogenes. Carvajal encontró estas sustancias en diferentes tumores de
cáncer (de hígado, colorrectal, pulmón y páncreas), así como en orina de
enfermos con cirrosis viral, hepatitis B y C.
Contaminada, una de cada cinco tortillas
Con 25 años de investigación en este campo, Carvajal
Moreno lleva a cabo, con apoyo de sus alumnos, estudios simultáneos para medir
la presencia de esos agentes nocivos.
Un trabajo reciente -dirigido como tesis doctoral por
Pável Castillo– realizado durante dos años en las 16 delegaciones del Distrito
Federal, reveló que una de cada cinco tortillas de maíz está contaminada con
aflatoxinas.
“Analizamos 800 kilogramos de ese producto en
supermercados y tortillerías de todas las delegaciones, y del 17 al 20 por
ciento estaban contaminadas”, reveló tras hacer detalladas observaciones de las
muestras en laboratorio.
Finalmente, sugirió ingerir productos que controlan los
efectos, como brócoli, pimiento verde, espinaca, ejotes, jitomate, betabel,
zanahoria, naranja, toronja, limón, moras, fresas, frambuesas, cerezas y
zarzamoras.
Se requiere de la voluntad gubernamental y empresarial
para ofrecer alimentos de calidad controlada, que tengan cantidades traza
mínimas, o no las contengan. Lo primero es conocer los niveles, pero no se
solicitan análisis a las compañías relacionadas; es un problema complejo, pues
entre más reglas estrictas se quieran aplicar, disminuye la cantidad de
comestibles seguros y confiables, pero no hay otra forma de controlar el
problema, concluyó.
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